sábado, 25 de abril de 2009

Emilio Frey

Emilio Frey, de escudero a quijote de los Andes
Apenas despunta Mayo, se sabe, Bariloche cumple años y suele evocar a sus pioneros notorios। Quizás el más destacado sea el ingeniero topógrafo Emilio Enrique Frey, aparecido en la región ya a fines del siglo XIX en las comisiones limítrofes।

Su boda con la suiza Rosa María Schumacher, desde 1910 en Bariloche, se realizó el sábado 10 de mayo de 1913. También en mayo –el 29- pero 51 años después, Frey, que había enviudado cuatro meses antes, falleció en la estancia La Lonja, junto a la ruta 237, al cuidado de una de sus hijas. Fue enterrado en el cementerio de la estancia, junto a un peñasco a pasos de la ruta y no lejos del Limay y a unos 25 kilómetros del nacimiento de ese río y a 47 carreteros desde Bariloche. Había sido un enterratorio aborigen descubierto por Carlos Ortiz Basualdo en la década del '30. La excavaciones de sorprendentes resultados, las hizo el naturalista Milcíades Alejo Vignati (esqueletos, adornos, utensilios) . La ilusión era formar un museo regional, pero ese y otros hallazgos en Península Huemul se consideraron profanaciones condenadas por ciertos maleficios.
Como si fuera una sentencia inapelable, en la tarde del 17 de diciembre de 1935 Carlos Ortiz Basualdo, mientras navegaba acompañado por el mecánico norteamericano Ernesto Kebler, naufragó en el lago Nahuel Huapi y murió ahogado.
¿Quién organizó la búsqueda de los cuerpos? ¿Qué otro que Emilio Frey? Lo hubiera hecho aún de saber que terminaría en uno de los escavones donde hurgó el desaparecido Ortiz Basualdo. Frey presidía el Parque Nacional del Sud (sic) desde su creación en abril de 1922 y había sido en parte el artífice de la creación, en complicidad con Clemente Onelli y el apoyo gubernamental por decreto del ministro Honorio Pueyrredón y el presidente Hipólito Yrigoyen.
En varias oportunidades esta página ha evocado al ingeniero Frey y "Río Negro", con un extenso obituario, lo homenajeó a su muerte. Al mes siguiente publicó la nota de E. Polgar que destacó la labor de Frey secundando a Francisco P. Moreno en la disputa por la línea divisoria con Chile y la valiosa asistencia que más tarde prestó al ingeniero Bailey Willis, el norteamericano que presidió la Comisión de Estudios Hidrológicos del Norte de la Patagonia.
Cuando se señala que secundó la labor de hombres determinantes para la región patagónica, se lo pudo imaginar con un Don Sancho o escudero del cada genio andante. Pero a poco se conocer el trabajo topográfico y explorador de Frey en la cordillera que lo fascinaba, su perfil es el de un verdadero Quijote. Un Quijote nada alucinado, sino razonable y tenaz, dotado como nadie para entreverarse en las montañas, pasión que llevaba en la sangre, prodigio mestizo helvético y nativo.
De ancestros suizos, su abuelo Rudolf Frey Schönenberger formó en Zurich una familia con siete hijos de los cuales sólo tres tuvieron descendencia. El mayor, Emil, fue el fundador de la rama argentina que gestó una larga prole (a la muerte del Frey, que eligió vivir en Bariloche, sobrevivían 57 Frey ramificados desde la simiente de Emil).
Emilio Enrique Frey padre, fue el mayor de Rudolf. Había nacido el 6 de febrero de 1844 y pronto soñó con otros mundos. Tenía doce años cuando algunos vecinos de su terruño alpino emigraron a la Argentina. Corría el año 1856 cuando esos suizos se asentaron en Baradero, al orillas del río Paraná en el lugar conocido antes del Virreinato porque en 1615 se estableció allí una reducción guaraní de la que sobrevivían sus descendientes.
Las familias suizas no sólo constituyeron la primera colonia labriega de la Argentina, sino que significaron el progreso rural y luego urbano de Baradero. Al año de arribar construyeron el primer molino harinero. Reverdecieron las granjas y los molinos se multiplicaron. Sólo faltaba el Quijote.
En octubre de 1863, con 19 años, el joven hijo de Rudolf, escuchó las noticias de la prosperidad de la colonia suiza en Baradero como un canto de sirenas. La travesía hasta Buenos Aires le demandó 58 días y se incorporó a la colonia. Los primeros 7 años los dedicó exclusivamente a forjar el futuro en que asentar una sólida familia. Finalmente se enamoró de Bernabela Borda, una nativa con la que se casó el 10 de mayo de 1870 y ella estaba por cumplir los 22 años (había nacido el 11 de junio de 1848 y tenía seis años menos que su flamante marido). Conformaron un matrimonio sólido y pródigo.
El primogénito fue el hombre de esta historia: Emilio Enrique (hijo) nació el 2 de febrero de 1872. Después, hasta el 12 de diciembre de 1889, cuando nació el menor Raúl Víctor, la familia del granjero suizo en Baradero sumó cinco varones y cuatro mujeres (ver sus nombres y fechas de nacimiento en "Curiosidades" de esta página).
Cuna en Baradero

Emilio Enrique (h.) fue el primero de todos ellos que marchó a estudiar a Suiza donde permaneció desde 1884 hasta 1892, ocho años de los cuales seis vivió con el abuelo Rudolf y su esposa en Zurich. Se recibió de ingeniero topógrafo en el Tecnicum on Winterthen Pero no fue el único Frey que dejó Baradero para estudiar o gratificarse con un viaje de esparcimiento: también viajaron Elena, Carlos, Rodolfo y Raúl.
Durante viajes a Bariloche afortunadamente conocí a don Emilio cuando presidía el Club Andino Bariloche. Charlé en dos buenas oportunidades (una grabada con Manolo Puente) y "bendijo" nuestra expedición, finalmente dramática, al Vodudahue, dos años antes de su muerte.
En uno de los encuentros relató con su voz quejumbrosa un inacabable anecdotario salpicado con las buenas acotaciones de su esposa Rosa. Resaltó la vez que no le quedó más remedio que comandar la expedición organizada por Clemente Onelli para la inútil búsqueda de un plesiosaurio vivo, embuste del texano Martín Sheffield ("un chupandín", dijo, con su jerga modesta pero no despreciativa y casi campesina). Pero fue así que volvió a la región querida y se quedó para siempre.
Inmediatamente después de la muerte de don Emilio, acaecida el 29 mayo de 1964, volé a Bariloche y visité su tumba junto al Peñón de los hurgamientos de Ortiz Basualdo y de Vignati cuando las flores del entierro, marchitas pero aún coloridas, permanecían muy cerca de la tumba de Rosa Schumacher, la esposa de Frey que le había precedido cuatro meses antes en el viaje definitivo. Resultó difícil separar los sentimientos reverenciales por el personaje y la tarea profesional (preparé una amplia nota biográfica que publiqué entonces en el quincenario Vea y Lea, la revista de mayor circulación hasta esos primeros años de la década de los '60).
Al día siguiente no pude sustraerme a visitar el gabinete de trabajos y lecturas de Frey.
Su de madera, fue el primer gran chalet de Bariloche, elogiado por Emilio B. Morales en su viaje de 1917 y reproducido en su libro "Lagos, bosques y cascadas". La visita y el encuentro con el escritorio y sus libros lo propició Ernesto Schumacher, el cuñado de Frey, Allí estaban sus lecturas, sus planos, algunos apuntes. Todo sacramentalmente como lo dejó.
De regreso en Buenos Aires, entrevisté a Raúl Víctor Frey, el hermano menor, un jubilado bancario, entonces de 74 años. Tenía algunas precisiones familiares: cuando su hermano mayor volvió de Suiza con el título de ingeniero topógrafo era un desconocido -Raúl apenas tenía tres años- que no hablaba castellano.
De contar su vida, ¿De cuál Frey hablar? fue la pregunta para redactar aquella nota de 42 años atrás. Hoy la misma duda. ¿De Frey padre de Hedi y Dolly? ¿Del Frey director del hotel de inmigrantes, o del agrimensor en la llanura bonaerense? Tal vez el Frey descubridor del Paso de los Vuriloches, o del que se salvó del naufragio en los ahora desaparecidos rápidos del Futaleufú ¿o el Frey que aceptó visitar el refugio del cerro López, ya nonagenario?

(Continuará)
FRANCISCO N. JUAREZ
fnjuarez@sion.com

1 comentario:

  1. Excelente e interesante historia!!!!, En el año 1995 tuve el placer de conocer la Estancia La Lonja y a los descendientes de Frey, un lugar encantado, casi magico, Gracias Por la Nota!!!!

    ResponderEliminar